Cuando era niño jugaba con pequeños pedazos de cartón, les dibujaba pantallas y teclados, eran minicomputadoras, máquinas imaginarias del tamaño de mi mano. Soñaba que en un futuro lejano, mucho después de que yo hubiera muerto la gente podría tener poderosas computadoras que cupieran en el bolsillo. Me imagino que hubiera pasado si un día me hubiera visitado mi yo del futuro y me hubiera dicho “cuando seas adulto vas a tener una computadora de bolsillo, más poderosa y avanzada incluso que la nave que puso al hombre en la luna”. Me hubiera vuelto loco, seguramente habría preguntado qué tanto podría hacer con esa magnífica pieza de tecnología, para qué podría usarla; y la respuesta hubiera sido menos magnífica: “para estar viendo todo el día las pendejadas que dicen los demás”…