“A toda acción corresponde una reacción”.

Este es un fragmento de la tercera ley del movimiento de Newton y es también la fórmula de uno de nuestros modelos mentales más intrínsecos. Inherentes en el ser humano existen modelos mentales que son como fórmulas que se pueden aplicar a distintas situaciones. El modelo al que me refiero aquí es aquel que nos lleva a pensar que un fenómeno ha sido causado por una acción inmediatamente anterior, por ejemplo, vi un gato negro y después me atropellaron, por lo tanto cuando vea un gato negro sabré que algo malo va a pasar. Este modelo de pensamiento es sin duda la causa de que se inventaran deidades en los primeros años de la civilización y del desarrollo en general de la superstición. El ser humano trata de dar respuesta a muchas preguntas y este modelo permite obtenerla.

Existe una variación del modelo anterior que consiste en creer que si llevamos a cabo una acción lograremos que se repita un fenómeno. Tomemos como ejemplo el caso de una persona que después de unas horas de haber llegado a su casa del trabajo descubre que se le han extraviado las llaves; sabe que están en la casa ya que las usó para entrar, así que empieza a buscar y después de rato las encuentra en el sofá. Esta persona es astuta y se da cuenta de lo que pasó: al llegar a la casa se sentó en el sofá y las llaves resbalarón de su bolsillo. Cuando a esta persona se le vuelvan a perder las llaves dentro de su casa ¿cual será el primer lugar que revisará? Quizá de diez veces en que se le pierdan las llaves la mitad de las veces las encontrará en el sofá, lo cual le ha ahorrado bastante tiempo siendo ese el primer lugar en el que buscó, es como un algoritmo mental, por lo tanto podemos decir que el modelo funciona. Es verdad, el modelo funciona pero no porque todas las veces que se busque en el sofá se encontrarán las llaves, funciona porque esta persona siempre se sienta en el sofá al llegar del trabajo y usa los pantalones algo holgados, suficientemente para que las llaves puedan resbalar hacía el sofá. Es decir, encontrar las llaves no es una reacción a la acción buscar en el sofá. El modelo deja de funcionar cuando creemos esto.

En el momento en que tomamos el modelo como una ley deja de funcionar. Y hablando de leyes podemos ahora volver a la tercera ley de Newton que mencionamos en un principio. La física newtonana que se nos ha enseñado como verdad absoluta en la escuela es buen ejemplo de como los modelos funcionan solo en ciertas ocasiones. Si ustedes hablaran con un físico y le preguntaran si las leyes de Newton funcionan igual en todas las ocasiones, en todas las escalas y todos los momentos del universo les dirá que no. Verán la física newtonana ha probado ser un modelo funcional para la vida práctica diaria, sin embargo a partir de la teoría de la Relatividad General de Albert Einstein, se cobró una nueva noción de como podía funcionar el universo, una noción distinta a la de la física newtonana, y a partir de entonces se comenzó a gestionar el movimiento teórico que rige a la física hoy en día: la mecánica cuántica. Y lo que un físico hoy les dirá es que algunas de las leyes parecen funcionar en lo grande, como el mundo que nos rodea y otras solo parecen funcionar en lo pequeño, en micro-partículas. La mayor travesía de la ciencia moderna es encontrar un modelo que sea capaz de explicar tanto el funcionamiento de lo grande como de lo pequeño en el universo.
Toda esta desviación ha sido solo con el objeto de mostrar como incluso lo que consideramos como “leyes absolutas” no necesariamente funciona en todos los casos. ¿Quiere esto decir que la física newtonana es mentira y hay que dejar de enseñarla en las escuelas? Claro que no, es un modelo incriblemente útil para describir el mundo que nos rodea, es como lo diría el Profesor Stephen Hawking un sistema funcional, solo debemos recordar que ninguna ley es infalible.

De la misma manera que la física newtonana nos sigue siendo útil tambien los son nuestros modelos de pensamiento, son útiles herramientas pero no son infalibles. Analicemos ahora un modelo de pensamiento más inconciente, la asociación. A todos nos ha pasado, al ver una nube descubrimos con sorpresa una figura de incrible parecido a una cara o a un animal, lo hemos visto en las texturas de las paredes de nuestra casa, en las formas de las rocas e incluso en las sombras. Nuestro cerebro evolucionó de tal forma que tenía que hacer asociaciones rápidas para poder sobrevivir. Imaginen que viven en la selva, hace miles de años cuando aún nos escondíamos en cavernas y salen a cazar, mientras van caminando sigilosamente siguiendo una presa alcanzan a ver en la orilla de su campo visual una figura anaranjada en movimiento, lo primero que van a pensar es –TIGRE!– y van a correr por su vida, sintiendo que el movimiento detrás de ustedes no es el de las ramas que movieron al pasar sino el de la bestia hambrienta corriendo con toda su fuerza, al final logran llegar hasta su cueva, a la seguridad del refugio, a la protección del fuego de la tribu, han logrado sobrevivir un día más en esa hostil selva. ¿Era en verdad un tigre o eran frutos anaranjados suspendidos de la rama de un árbol que fue movida por el viento? No lo sabemos, pero sabemos que por cada X número de ramas con frutas habrá un tigre y el haber reaccionado de otra forma podría haberles costado la vida.

Este modelo mental de asociación parece ser uno de los más primitivos y esta en constante funcionamiento durante el día, por ejemplo, ¿recuerdan cuando empezaron a leer, como tenían que ver cada letra y asociarla con su sonido para después conectar esos sonidos en una palabra?. El proceso es muy distinto ahora y especialmente para quienes leemos mucho, claro todos leemos mucho simplemente porque durante el día y en el trabajo se requiere, pero me refiero a quienes leemos de verdad mucho, por ejemplo en mi trabajo tengo que estar viendo código todo el día y tengo que leer además una buena parte de prosa que consiste en documentación de ese código y además en mis tiempos libres lo que hago es leer, cientos de artículos, ensayos y… más documentación, además de libros. Quienes tienen la necesidad o hábito de leer tanto, ¿alguna vez han analizado su proceso de lectura?. Yo lo he hecho y es icreíble porque me he dado cuenta de que en realidad no necesito leer, con solo ver las palabras mi cerebro las esta adivinando, esta recibiendo una serie de información para asociar las figuras con palabras, seguramente el número de elementos, el largo de la palabra, las letras con salientes hacía arriba como la “b” y hacía abajo como la “p”; el cerebro sin necesidad de leer la palabra simplemente asocia la figura. Esto es verdad en el proceso mental de casi todas las personas, ocurre casi sin notarlo, pero para quienes leemos mucho hay un paso más allá porque generalmente podemos pasar la vista sobre las líneas de un párrafo y automáticamente extraer la información más importante del mismo; por ejemplo cuando se esta leyendo un documento buscando cierta información y con solo ir pasando la vista sobre los parrafos podemos determinar cuales palabras son las palabras “clave” del párrafo y con eso podemos encontrar más rápido la información. Es como si el cerebro corriera un algoritmo en el que al ver el parrafo determinara cuales son las palabras de interés por ejemplo los sustantivos y adjetivos, dejando de lado las demás; ¿y que tienen en común los sustantivos y adjetivos? generalmente son palabras más largas. Es seguramente un proceso determinado por las figuras de las palabras más que por su contenido.

Este modelo de asociación es útil, no solo en la selva de tiempos antiguos ni en la lectura sino en nuestra vida diaria y gracias al modelo tenemos simbolismos, que nos han permitido tener un lenguaje común para todos. Recuerden el letrero afuera de un baño, especialmente un baño de hombres, en cualquier parte del mundo, sin importar cual sea su lenguage o cultura van distinguir ese símbolo como una persona, solo es una figura compuesta por un círculo y un rectángulo con apéndices y esa figura tan sencilla somos capaces de asociarla con la idea de un ser humano ¿por que?. Nuestro cerebro es capaz de comparar esas figuras con todas las figuras que ha visto y determinar que el circulo en combinación con el rectángulo con cuatro apéndices se parece a una cabeza con un torso con brazos y piernas. Esta capacidad de asociación no es solo aprendida de nuestro entorno, es decir, no es que sepamos que es un humano porque nos dijeron que es un humano, sino por el proceso de asociación de nuestro cerebro, y prueba de ello es la capacidad que tenemos de dibujar. Dibujar es crear nuestros propios símbolos, representaciones gráficas de lo que queremos expresar; a los niños no hay que enseñarles a dibujar, ellos solos pueden hacerlo gracias a que su cerebro esta desarrollado para asociar formas.

Una vez más el modelo funciona, siempre y cuando sepamos que nuestros cerebro puede engañarnos. Si no somos capaces de controlar al modelo el modelo nos controlará a nosotros, es por eso que frecuentemente vemos en las noticias como todo un pueblo a volcado en devoción hacía la misteriosa mancha en una tortilla cuya forma vagamente asemeja la iconografía de la virgen de Guadalupe. –Hasta se le ven sus ojitos– dirán y entre más la vean más asociaciones podrán hacer sus cerebros.

Una variación interesante de este modelo mental es el “déjà vu”, que se podría traducir del frances como “visto anteriormente” y es la sensación que tenemos de haber vivido una experiencia actual anteriormente, como si se estuviera repitiendo exactamente lo mismo que ya nos había pasado. Es una experiencia increíble, por lo menos a mi me parece facinante cuando lo experimento porque para mi se vuelve un acertijo. Verán, la sensación de déjà vu es simplemente una asociación que esta haciendo nuestro cerebro, pero no específicamente de una imagen sino de cualquier experiencia vivida anteriormente. Siguiendo el funcionamiento de la asociación es razonable suponer que nuestro cerebro evolucionó para advertirnos de los peligros de nuestro entorno y una de las formas es recordar situaciones anteriores para saber como reaccionar. Nosotros no somos concientes de ello pero todo el tiempo nuestro cerebro esta registrando información, imágenes, olores, sonidos, temperatura, sabores, et cetera. Pareciera que se corre un algoritmo en el cerebro que determina cuando uno o varios factores de la experiencia actual coinciden con uno o varios factores de una experiencia anterior e inmediatamente nos alerta, es como una llamada de atención para que sepamos que anteriormente tuvimos una experiencia similar y recordemos como reaccionamos ante ella. En nuestra vida cotidiana en la seguridad de las ciudades, por lo menos relativamente seguros de las bestias y el ambiente no parece tener mucha utilidad éste instinto, pero seguramente si estuvieramos en un medio más hostil el déjà vu serviría como una inyección de miedo alertándonos en situaciones de posible peligro. El déjà vu puede ser entonces disparado por muchas cosas, un sonido, un olor, un objeto en nuestro campo visual, et cetera; es por eso que cuando lo experimento es para mi un acertijo, me pregunto cual de los elementos que estoy percibiendo en este momento había experimentado antes. Nunca he resuelto el acertijo y seguramente los criterios bajo los que opera este algoritmo permanezcan en el misterio.

Un caso interesante a estudiar en este modelo mental de asociación es el de los sonidos. Hay ciertos sonidos que nos producen sensaciones y no sabemos por que. Estas sensaciones pueden ir desde la tranquilidad hasta el miedo. Tomemos como ejemplo un sonido que a la mayoría de la gente le parece bastante desagradable, el de uñas rasgando sobre un pizarrón. Es un sonido agudo y el nivel de desconfort que provoca en distintas personas varía, algunas personas no son capaces de tolerarlo. ¿A que se deberá que este sonido cause cierta ansiedad?, quizá es una asociación que nuestro cerebro desarrollo muchas generaciones atrás mientras evolucionabamos, ese sonido podría asociarce a otros sonidos que experimentamos hace miles de años y que nos causaban temor. Volvamos a nuestra vida en la selva antigua un tiempo después de nuestro encuentro con el posible tigre. Imaginen lo que habrá sido vivir en una caverna refugiado de los depredadores nocturnos, en la oscuridad, atento a los sonidos provenientes del exterior con el temor constante de ser atacados, y en el momento más oscuro de la noche y más silencioso imaginen ser despertados por el aullido de un lobo, o peor aún por el grito de muerte de otro ser humano. Sé que es una selva muy rara ésta donde hay tigres y lobos a la vez, pero lo que me interesa es imaginar como ciertos sonidos se convirtieron y disparadores de miedo para las criaturas que evolucionaron con esas alertas y cómo ahora un sonido puede causarnos ansiedad solo por asociación y más interesante aún, asociación a algo que quizá no hemos experimentado pero generaciones anteriores experimentaron. Incluso las melodías pueden jugar con nuestro cerebro, una obra maestra a este respecto es el tema de la película Tiburón que con solo unas notas logra causar tensión, y seguramente si fueramos capaces de usar como grupo de control a personas que nunca hubieran escuchado la melodía ni hubieran escuchado nada acerca de la película describirían la sensación provocada por la misma como miedo. El truco en esta melodía esta en que cada vez repite las notas más y más rápido, empieza de una forma muy lenta y gentil y cada vez se vuelve más intensa dando la sensación de que algo se esta acercando y nuestro cerebro que es excelente en hacer asociaciones sabe que no es bueno que algo se acerque así que nos alerta.

Existen modelos mentales quizá menos primitivos o que por lo menos han pasado por un mayor proceso de sofisticación, como lo prejuicios. Como su nombre lo indica los prejuicios nos permiten hacernos una idea sobre algo antes de estudiarlo o experimentarlo. Quizá ejemplificando una situación extrema sea más fácil analizar que tan útiles o engañosos son los prejuicios. Imaginemos a una mujer caminando sola por una calle en la noche (uso a una mujer ya que culturalmente se le ha impuesto una imagen de vulnerabilidad, con la que no estoy de acuerdo pero que funciona bien para nuestro ejemplo), esta mujer se da cuenta que en la misma acera en que ella esta circulando viene en sentido contrario al suyo un hombre que bajo la luz de una de las lámparas presenta características que podríamos asociar con un pandillero, tatuajes en todo el cuerpo, ropa como la que usarían los pandilleros, rapado y con un tubo en la mano. En la acera de enfrente, también en sentido contrario viene caminando otro hombre, éste de traje, con un maletín en la mano. ¿Que será más probable que haga nuestra mujer, que siga caminando hacía el supuesto pandillero o que cambie de acera para preferiblemente cruzarce con el supuesto hombre de oficina? Sabemos que es más probable que haga basandonos en el modelo mental de los prejuicios pero no sabemos si su decisión fué la correcta. Puede ser que el supuesto pandillero era simplemente un plomero, quizá con mal gusto de vestimenta y con facinación por los tatuajes pero pácifico, trabajador, honesto y ético que traía un tubo en la mano por cuestiones de su trabajo. Puede ser que el supuesto hombre de oficina en realidad era un asesino serial cuyo blanco son precisamente mujeres como la de nuestro experimento y que en el maletín llevaba algunas extremidades de su último crimen a manera de trofeo. ¿Quieren saber que pasó con la mujer? Ustedes hagan su propia historia. Lo importante aquí es entender que el modelo de prejuicios puede ser útil pero no infalible. Cuando dejamos que los prejuicios nublen nuestra capacidad de razonar hemos dejado de ser humanos, somos máquinas funcionando en base a nuestros algoritmos cerebrales.

Los prejuicios influyen incluso nuestros hábitos de consumo, puede que el empaque de cierto producto nos parezca mejor y nos haga pensar que dicho producto es de mayor calidad, seguramente muy atrás en la cadena evolutiva aprendimos a determinar de forma rápida las cualidades de las cosas.

Los prejuicios también existen en la naturaleza, muchos animales cuentan con sistemas de defensa que solo consisten en aparentar que son depredadores sin serlo y esto mantiene alejados a otros animales. Como la mariposa búho (caligo idomeneus) cuyas alas asemejan la cara de un búho para engañar a sus depredadores.

Si logramos dominar estos modelos mentales contaremos con herramientas que nos permiten interactuar con el mundo de forma más rápida y segura, pero si los modelos mentales nos dominan entonces estamos perdidos.