Que difícil es vender cosas reales y concretas, que difícil es evitar vender falsas promesas, varitas mágicas, sueños e ilusiones. Tristemente la gente quiere comprar estos últimos. Hay una razón por la que siguen vendiéndose en gran volumen los productos milagro, la mayoría de las personas prefieren comprar una crema “mágica” que los va a adelgazar que comprar la membresía de un gimnasio a sabiendas de que esta última representa un proceso largo, lleno de sacrificios y dolor pero que innegablemente funciona. Es imposible refutar que si haces dieta y vas todos los días dos horas al gimnasio dando tu máximo esfuerzo durante un año vas a obtener un resultado. Es totalmente posible refutar que una crema “mágica” con tan solo untártela te va a hacer adelgazar en cuestión de días. Sin embargo la gran mayoría de las personas van a preferir la crema, porque no les interesa comprar resultados, les interesa comprar esperanza.

Esto es exactamente igual en el mundo de la publicidad. Marcas y empresas desde las más chicas hasta las más grandes tiran a la basura dinero todos los días y en grandes cantidades bajo la promesa hueca de obtener más clientes. Es frustrante para alguien como yo, que se dedica a la publicidad digital, ver como las formas más descabelladas de publicidad vendidas por los vendedores más charlatanes y ruines obtienen una y otra vez la confianza de empresarios desesperados, ignorantes e ingenuos que están hambrientos de falsas promesas y dispuestos a que les metan la mano en el bolsillo.

Para mi estudio creativo ha sido difícil día a día tratar de vender la verdad, dejar ir clientes y proyectos por tratar de venderles realidades. Prefieren los espejos y el humo de cuanto vendedor charlatan de cuanta agencia nueva o vieja sale todos los días a aventar promesas huecas al por mayor. Vas a vender muchísimo, vas a llegar a muchos clientes, vas a ver como en un mes no te vas a dar abasto con tantas ventas. Así de imbéciles las promesas y así de asquerosas se las tragan. En un mes no habrá ningún resultado y el charlatan ya estará acechando a su próxima víctima y el único que quedará empinado y con el culo desgarrado será el imbécil que quiso comprarle sus mentiras.

Si, estoy enojado, si, estoy desesperado porque la gente no quiere honestidad, no quiere trabajo profesional, no quiere verdades, no quiere estimaciones, no quiere realidades, no quiere pasar el proceso largo y esforzado que les dará resultados reales y palpables, prefieren comprar la solución milagro que de nada les servirá. Esto no es una varita mágica, los resultados llegarán pero tardarán un tiempo porque esto es un proceso, no hay fórmulas mágicas, tenemos que ir aprendiendo en el camino, debemos ser constantes y lograremos llegar a las metas, no te desesperes debemos continuar. Son nuestras palabras con los clientes, son nuestras aclaraciones tratando de ser transparentes, de decirles la verdad, de hacerles ver que tenemos muchos casos de éxito que se lograron por estar haciendo publicidad de forma planeada, inteligente y bien dirigida por más de un año. Pero estas mismas palabras son las que hacen que los clientes se espanten, huyan despavoridos buscando quien les venda mentiras, quien los calme con la falsa sensación de que todo va a estar bien por arte de magia.

Las técnicas de marketing más estúpidas, las forma publicitarias más descabelladas, las estrategias de venta más improvisadas pueden parecer que valen oro con que un charlatan las adorne con sus palabras y con coraje veo como el empresario o el encargado de marketing de una empresa en su ignorancia (perdonable) y en su hueva mental para informarse (imperdonable) cae en la trampa y avienta a la basura su dinero.

Vamos a hacer una activación, vamos a usar influencers, vamos a pegarle duro al BTL, vamos a V-I-R-A-L-I-Z-A-R-T-E hasta el culo, vamos a llenar de papel la ciudad, vamos a tener carritos con tu letrero dándole la vuelta a la cuadra como pendejos, vamos a poner una avioneta a perifonear, vamos a darle los buenos días a la gente en las redes sociales, vamos a sacar un código QR, dios mío, vamos a usar realidad aumentada y VR, vamos a hacer una app, que digo una app un Uber y va a estar en la nube y así, con algoritmos y data mining y big data y ultra data y un chingo de cosas que ni nosotros mismos sabemos que son o para que sirven pero te las vamos a mentar para marearte e impresionarte y que pienses que somos unos chingones y desesperado te bajes los pantalones y te empines y te abras las nalgas y nos supliques que te cojamos.

Ah pero en cambio si llego yo y te digo que voy a diseñarte una estrategia, que vamos a hacer uso de información concreta y del conocimiento que tienes de tu mercado objetivo, que vamos a llevar a cabo una campaña dirigida específicamente a ese mercado objetivo para llegar a clientes potenciales, que vamos a establecer métodos de control para poder medir los resultados, que vamos a ir adecuando la campaña según las necesidades que encontremos, según lo que vamos a ir aprendiendo, que vamos a perfeccionar cada vez más esa campaña hasta hacerla lo más eficiente posible, que va a ser efectiva pero que todo el proceso si bien produce resultados reales y medibles tomará tiempo, dinero y esfuerzo… ah! entonces yo soy el pendejo porque no te puedo triplicar las ventas en 24 horas.

El gran problema es que la gente busca la satisfacción inmediata por encima del bien duradero. Prefieren la satisfacción inmediata (y momentánea) de que alguien les de esperanza a tratar con alguien que en vez de esperanza de unos días les entregue resultados durante años tras unos meses de trabajo. Prefieren ir a que el chamán les pase un huevo por encima de la cabeza que someterse a una operación que va a doler pero les puede salvar la vida. Y actualmente abundan los tecnochamanes, pero en vez de hierbas usan palabras rimbombantes en inglés (que ni ellos mismos entienden) y en vez de veladoras y santos escupen promesas de “likes” y “clicks”.

Si tan solo los likes pagaran la renta, si tan solo los clicks cubrieran la nómina… si esa base de datos de 10,000 correos electrónicos robados de los cuales la mayoría están inactivos o saturados fuera suficiente para mantener las luces del changarro encendidas un mes más.

Y aún así yo me niego a vender mentiras, me niego a susurrarles al oído las palabras que quieren escuchar, por que de hacerlo me sentiría un idiota. Ni modo, tendré que seguir hablando con la verdad y seguir perdiendo proyectos; seguir siendo honesto y seguir perdiendo clientes.