El tema de esta semana en internet sin duda fueron los bloqueadores de anuncios, esas extensiones de los navegadores que permiten bloquear banners de anuncios en sitios web, pop-ups, videos comerciales e incluso evitar que a través de cookies las plataformas de publicidad sigan nuestros pasos en la red. Los bloqueadores de anuncios no son nuevos, según un estudio realizado por Adobe y PageFair hay alrededor de 200 millones de usuarios que navegan la web usando bloqueadores de anuncios. Para darse una idea es aproximadamente la población entera de Brasil o el doble de la población de todo México o casi cuatro veces la población de Colombia. Mucha gente usa bloqueadores de anuncios. La noticia de esta semana fue que Apple ya permite en su versión más reciente de iOS instalar bloqueadores de anuncios para Safari.

Los bloqueadores de anuncios han causado un gran debate, por un lado están quienes los defienden en favor de la experiencia de usuario ya que el bloquear anuncios hace que las páginas web se carguen más rápido, usen menos recursos del dispositivo e incluso que sean más limpias en cuanto a su contenido. Por otro lado están quienes argumentan que el bloquear anuncios lastima a los sitios web cuya fuente de ingresos son precisamente las impresiones y clicks de dichos anuncios; y finalmente también lastima a las marcas tratando de promover sus productos. Hay quienes incluso argumentan que bloquear anuncios en un sitio web es lo mismo que robar el contenido ya que el contenido en realidad no es gratuito, se le otorga al usuario a cambio de que vea los anuncios.

Yo tengo una opinión fuerte al respecto y quiero expresarla en el siguiente contexto: la publicidad me da de comer. No me considero un publicista, me considero un diseñador, sin embargo gran parte de mi trabajo es de publicista ya que consiste en idear, planear y desarrollar estrategias comerciales en internet y campañas publicitarias en línea. Aún así me rehuso a llamarme publicista porque no me gusta la publicidad. No me mal interpreten, estoy consciente y acepto que hay una publicidad de cierto nivel que es incluso divertida, agradable de consumir, innovadora, creativa o incluso conmovedora. Las campañas de ese nivel que les podríamos llamar “buena publicidad” son mínimas, salvo uno que otro anuncio del Super Bowl, campaña viral o activación realizada a manera de trucho, hay en realidad muy poca buena publicidad. Es más voy a decirlo, la mayoría de la publicidad es muy mala, es una porquería. 99% de la publicidad a la que estamos expuestos todos los días es un insulto al intelecto y a la apreciación estética inherente en el pensamiento crítico de muchos de nosotros. Productos que no necesitamos, promociones que no queremos enmarcados con un mal diseño, mal copy y mal dirigidos. Me da asco ver la ciudad llena de publicidad, me da asco entrar a un sitio web y tener todos estos banners de colores y con movimiento tratando de robar mi atención. Hace poco hablé del ejemplo de los periódicos en línea, que parece que ya se dedican más a hacer publicidad que a informar. La publicidad es el enemigo.

Yo por eso no creo en hacer publicidad, creo en hacer contenido. Por lo tanto mi opinión en este asunto no es sólo que esta bien bloquear anuncios, voy a ir más allá y decir que tenemos una obligación ética de bloquear anuncios. ¿Por qué? Porque tenemos que salvar a la web de la publicidad fuera de control. Todos esos anuncios que se cargan en las páginas web las hacen mucho más lentas, consumen nuestro RAM y el precioso jugo de la batería de nuestro smartphone. Violan nuestra privacidad siguiéndonos con cookies para conocer nuestras búsquedas y según ellos conocer nuestros intereses para servirnos más anuncios.

No se confundan, no soy un hippie, soy un consumidor voraz, me encanta seguir a las marcas que me gustan y comprar cosas, soy más capitalista que el Tio Sam. Lo que no quiero es tener que soportar este nivel tan bajo de publicidad. ¿Cual es la solución entonces? Las marcas tienen que evolucionar, los publicistas tienen que evolucionar y los sitios web que viven de la publicidad tienen que evolucionar. Necesitamos nuevos modelos de publicidad. No estoy hablando de un modelo económico del futuro, me refiero a herramientas que tenemos en uso en el presente. Recuerden: no creo en hacer publicidad, creo en hacer contenido. Existen actualmente tantas formas de promover un producto de formas atractivas, creativas y sobre todo interesantes para el usuario como nunca las ha habido. Voy a poner un ejemplo, hoy di con la cuenta de Twitter de una tienda de sneakers. Conozco las sucursales de Guadalajara, he ido y me gustan los productos que venden, al encontrar su Twitter exploré la cuenta y me di cuenta de que el contenido que ponen es de mi interés y decidí seguirlos. Estoy totalmente seguro de que en menos de tres meses voy a haber visto unos sneakers nuevos que me gustan y los voy a ir a comprar. Su cuenta de Twitter habrá funcionado para generarles ventas. Rayos yo tengo un ejemplo más cercano, nuestra cuenta de Twitter de LABPROY nos ha acercado clientes y nos ha ayudado a cerrar proyectos.

No quiero decir que la publicidad “tradicional” tiene que dejar de existir (ojo, la publicidad digital también puede ser tradicional, como los banners de anuncios), todavía tendrá su espacio y su función pero si las marcas y los publicistas y los sitios web que se mantienen de publicidad quieren sobrevivir deberán encontrar nuevas formas de promover los productos.

Y sobre todo, lo más importante de mi opinión es esto: LA EXPERIENCIA DE USUARIO ES PRIMERO. Todo lo demás es secundario. Con orgullo puedo decir que me he negado rotundamente a las peticiones de clientes que piden pop-ups en sus sitios web, ese es el tipo de publicidad intrusiva y desagradable que tira por la borda todo esfuerzo por diseñar una experiencia de usuario agradable.

Así que a bloquear anuncios. Si las marcas no quieren evolucionar por si solas vamos obligándolas.