Hace unos días hubo algo de polémica debido una publicación de Ricardo Salinas Pliego en la que habla sobre las pensiones. “Tu pensión no es gratis”, la publicación en cuestión que el autor anunció como un ensayo, es en realidad una breve opinión sobre su visión de cómo considera que deben funcionar las pensiones. Aclaro que es una opinión y no un ensayo porque un ensayo debe tener una tesis, y una tesis se soporta con investigación; de haber presentado datos duros y análisis sobre el funcionamiento de las pensiones en otros países similares al nuestro en donde se siguieran las prácticas que él propone, quizá podríamos hablar de un ensayo. Sin embargo este breve texto es una pieza de opinión y como tal tiene total validez ya que todos tenemos derecho a tener nuestras propias opiniones.

La pieza de opinión tiene algunos puntos válidos, por ejemplo en cuanto a las tasas de interés bajas que han promovido los bancos centrales y los impuestos al ingreso derivado de inversiones. Sin embargo su punto central, el que provocó la polémica, me parece no sólo equívoco sino absurdo: sostener que ni los empleadores ni el Estado deberían tener la responsabilidad de aportar al ahorro para el retiro de los trabajadores y que son sólo ellos mismos quienes deben destinar un 20% de sus ingresos para ahorrar con el fin de hacerse una pensión. A mí me parece que esta parte de su opinión nos muestra que su autor está totalmente desconectado de la realidad y el propósito de ésta, mi propia opinión, es expresar por qué.

Antes, a manera de contexto, quiero aclarar sobre mí que no me considero de derecha ni de izquierda. Las etiquetas de este tipo en un mundo tan complejo como el que vivimos son absurdas. En algunas cosas me inclino hacia la izquierda y en otras hacia la derecha, creo que la autorregulación del mercado en la mayoría de los casos representa competitividad y beneficios para la sociedad, sin embargo también estoy convencido de que necesitamos la participación del Estado en la regulación del mercado –por ejemplo erradicando prácticas monopolísticas– así como en temas de seguridad social. Creo también, sin el pudor que exigiría mi inclinación progresista, que el capitalismo es el mejor modelo económico que tenemos, ya que es un modelo orgánico y natural. No me espanta el neoliberalismo, pero creo que llevado a los extremos de algunos países de primer mundo como Estados Unidos, donde por ejemplo la atención médica y medicinas son prácticamente inasequibles para una gran parte de la población, es un extremo que debemos evitar. Por último también puedo decir que mi empatía empieza donde terminan las decisiones de los demás. Con todo esto lo que trato de expresar es que no soy ni un radical de izquierda ni un franciscano acético ni un idealista. Pero lo que sí soy es una persona conectada a la realidad de México y de su población.

Me imagino que Salinas Pliego nunca ha pasado un día sin comer y seguramente no se ha visto atrasado tres meses en la renta de su vivienda, seguramente tampoco se ha sacado los pesos del bolsillo para contarlos y ver si alcanza a tomar el último camión para llegar a su casa o deberá caminar un tramo. Esa es la realidad de la que esta persona esta totalmente desconectada. Es muy entretenido hablar de dinero cuando se tiene dinero, pensar en metodologías y estrategias de ahorro e inversión, buscar el portafolio de valores ideal, diversificar de forma inteligente, planear a largo plazo, administrar un patrimonio que durará incluso varias generaciones. Sin embargo esa no es la realidad de la mayoría de los mexicanos. De acuerdo a las cifras más recientes que encontré de la CONEVAL (2018), sólo el 21.9% de los mexicanos (27.4 millones) son considerados población no pobre y no vulnerable. El resto 78.1% se encuentra en alguna situación de pobreza, pobreza extrema, es vulnerable por sus ingresos o carencias sociales. Podemos a grosso modo hablar entonces de una distribución 80/20. De entrada, la propuesta de Salinas Pliego tira a la basura al 80% de los mexicanos, pero pensemos fríamente y argumentemos que el 20% de la población que sostiene al país es la parte que nos importa.

De ese 20% me pregunto cuánta gente puede darse el lujo de ahorrar el 20% de sus ingresos. Tomemos como ejemplo a un mexicano promedio del 20% que no está prácticamente muriéndose de hambre, digamos que un vendedor de Elektra. Según dos fuentes que encontré (Indeed y Glassdoor) el sueldo mensual de nuestro vendedor de Elektra es de entre $6,543 y $8,675. Promediémoslos y asumamos que ese es el ingreso ya libre de impuestos, tenemos $7,609 para sobrevivir un mes. Vamos a pensar para nuestro ejemplo que este vendedor (género indistinto) mantiene a otras dos personas (hijos, padres, cónyuge, cualquier combinación). Pensemos que paga una renta de $2,000 pesos mensuales y que el gasto de la canasta básica de $3,208 pesos según datos que encontré es suficiente para las tres personas durante un mes. Imaginemos que esta persona tiene que tomar sólo un metro y un metrobús para llegar a su trabajo y trabaja sólo 6 días de la semana, es decir que gasta unos $528 pesos al mes en transporte tomando en cuenta sólo 4 semanas. Consideremos por pago de servicios básicos (luz, gas, agua) otros $300 pesos al mes. Por último reconozcamos que existe la necesidad de gastar en cosas varias (útiles escolares, cosas para arreglos en la casa, medicinas, zapatos, ropa y otros), pensemos que en estos gastos imprevistos para tres personas se van otros $1,200 pesos al mes. Al final, tomando en cuenta que estas tres personas no pudieron gastar en ninguna actividad recreativa, de autorealización o entretenimiento, sobran $373 pesos, equivalentes al 4% de los ingresos. ¿Qué tan útiles serán esos $373 pesos mensuales para construir un fondo de ahorro para el retiro? Imaginemos que nuestro vendedor empieza su portafolio de inversión con $1,000 pesos que le cayeron del cielo y cada mes ahorra (redondeado) $380 pesos durante 20 años en una inversión muy agresiva (y por lo tanto muy riesgosa) que le da una tasa anual de rendimiento del 10%; según esta calculadora de BBVA al final de 20 años nuestro vendedor que disciplinadamente ahorro, se restringió a sí mismo y a su familia, no se permitió jamás un gusto o un lujo, podrá retirarse con la maravillosa cantidad de $30,668.45 pesos, que ceteris paribus le permitirá vivir durante 4.2 meses. Al final de los cuales seguramente deberá lanzarse del segundo piso del periférico.

Vamos a correr un escenario más alentador. Digamos que el vendedor logra ahorrar $2,000 pesos mensuales durante el mismo periodo y con la misma tasa, al final tendrá $132,732.50 que le permitirán vivir 18.34 meses, esperemos que sea uno de tantos mexicanos que padecen de diabetes, hipertensión y obesidad y su expectativa de vida no sea muy larga.

Dice Salinas Pliego que debemos

Ahorrar por lo menos el 20% de nuestros ingresos y canalizar esos recursos a proyectos de inversión de largo plazo, como activos inmobiliarios y acciones de empresas de calidad, dejando sólo una mínima parte invertida en deuda gubernamental.

¿En qué realidad vive? ¿De verdad piensa que el mexicano promedio (del 20% que no vive en pobreza) sabe, conoce, entiende de instrumentos de inversión y podrá formar su propio portafolio? ¿Acaso en este punto se refirió a las AFORES?, –no lo aclara– porque de no ser así creo que su desconexión de la realidad raya en límites preocupantes.

También dice que

Los patrones con sensibilidad social pagarán con gusto una parte de este ahorro, al considerarlo una inversión en el mantenimiento de su mayor activo, que es el capital humano de la empresa.

¿Acaso se refiere a dejar que opcionalmente los patrones “con sensibilidad social” aporten mientras que los que tengan “¿insensibilidad social?” no aporten? Entonces bajo este criterio todas las leyes deberían ser opcionales sólo para quienes tienen la mencionada “sensibilidad social”.

Me parece preocupante que un empresario de semejante nivel –independientemente de sus negocios turbios–, que debería mantener liderazgo en la iniciativa privada conozca tan poco sobre el país en el que vive y entienda tan poco sobre las necesidades de sus pobladores. Este tipo de opiniones, en lo personal, yo sólo puedo atribuirlas a excentricismo, pobre capacidad intelectual o indicios de demencia por la edad. Ojalá existan ya sólidos planes de transición para el liderazgo de su grupo empresarial.