Creo que uno de los mayores problemas que enfrentan la mayoría de las personas es el contar con poca o nula capacidad de análisis. Creo que esto no deriva necesariamente de un bajo coeficiente intelectual sino, en la mayoría de los casos, de una simple pereza mental para cuestionar (1) la información con la que se cuenta, (2) el significado de la misma y (3) las conclusiones a las que se ha llegado sobre cierto tema. La consecuencia de esta baja capacidad de análisis del grueso de la sociedad es que da pie a desinformación, fácil manipulación por parte de entidades políticas y poca compresión de cómo funciona el mundo.

He notado que poca gente cuestiona la información, desde cuáles son las fuentes de la información con la que se cuenta, si son confiables y qué las hace confiables, hasta el significado que tiene esa información. Los datos no viven en un vacío, cobran relevancia en comparación con otros datos. Así por ejemplo cuando un gobierno anuncia un ahorro, vamos a decir de $100 millones de pesos, la mayoría de la gente podrá pensar que es un gran ahorro, pero si sacamos ese dato del vacío en el que es presentado y lo comparamos con el costo total del proyecto en el que se logrará el ahorro, la perspectiva puede cambiar. Digamos que el costo total del proyecto es de $2,000 millones de pesos, por lo tanto el ahorro logrado es solamente del 0.05%, que ya no es tan impresionante. Quienes presentan información suelen presentar la información en la forma que más les conviene, en este ejemplo es más impactante presentar el ahorro de forma nominal que porcentual. Pero éste es sólo un nivel de análisis, sería importante analizar otras cosas, por ejemplo: ¿cómo se logro el ahorro?, ¿el resultado final del proyecto será el mismo con este ahorro?, ¿qué otras opciones para ahorrar se consideraron y por qué se eligieron las opciones elegidas?, ¿qué se hará con el dinero ahorrado? Todas estas cosas poca gente las pregunta o las cuestiona. Y hay aún un nivel mayor de análisis en el ejemplo, ya que la mayoría de las personas tiende a procesar la información fuera de su contexto, por ejemplo habría que analizar la fecha en la que anunció este ahorro, la coyuntura política en la que se dio y quienes son los políticamente o económicamente beneficiados. Y después de todo este análisis hay que entender que la mayoría de las personas tienden a interpretar todo con base en sus experiencias personales, así como hay diferencia entre la micro y la macroeconomía, hay gran diferencia en la manera en la que funcionan las empresas (apalancándose) y los gobiernos (ejerciendo el gasto público) en comparación con un hogar familiar; de manera que lo que para la cotidianidad de un individuo podría ser algo positivo, ahorrar, para un empresa o un gobierno no necesariamente lo es si el resultado obtenido no es el mejor o la estrategia financiera para lograrlo no es la más óptima. La mayoría de la gente no pasa ni a un primer nivel de análisis, sólo escuchan que se ahorrarán $100 millones de pesos –que para el gasto público puede ser una migaja– y piensan que es una excelente noticia.

De la misma forma la mayoría de las personas tienden a confundir casualidad con causalidad. Los seres humanos tendemos a buscar una narrativa para todas las cosas y por lo tanto pensamos que todo tiene una causa. Evolucionamos para reconocer patrones y por lo tanto queremos reconocer patrones en los acontecimientos, pensando que si una cosa pasó después de otra la primera es causa de la segunda. Es inconcebible para la mayoría de la gente entender que la gran mayoría de las cosas que pasan todo el tiempo ocurren de forma aleatoria y que el orden puede surgir del caos. Mezclando agua y aceite en un envase y dejándolos reposar eventualmente se separarán, no porque alguien los separa sino porque sus distintas densidades los separan, del caos (agua y aceite revueltos) surge el orden (agua y aceite separados). Gran parte de los logros y avances que nos podría presentar una entidad política pueden tener causas totalmente ajenas a dicha entidad. Muchas de las cosas que pasan en el mundo ocurren de forma aleatoria y sin una causa específica, entender esto es importante para cuestionar la información que alguien puede presentarnos para tratar de manipularnos.

Otro problema es que casi nadie piensa en los efectos de segundo orden. Por ejemplo cancelar un proyecto podría tener efectos de primer orden percibidos como benéficos, cambiar el destino de los recursos para un proyecto distinto, pero efectos de segundo orden desastrosos. Los efectos de segundo orden son difíciles de comprender pero no es imposible hacerlo, si medimos todas las decisiones por su costo de oportunidad contamos con una herramienta para determinar, en el caso de la cancelación de un proyecto, qué beneficios a largo plazo está perdiendo un sector de la población o un país entero por la cancelación del mismo. Casi nadie pregunta por los efectos de segundo orden ni hace un análisis de costo de oportunidad.

Creo que si fuéramos más escépticos y cuestionáramos más la información que se nos presenta, llegaríamos a conclusiones muy distintas de aquellas que tenemos. No sólo en cuanto al desempeño de nuestros gobiernos sino de nuestras empresas y proyectos personales.